La tradición de las empresas familiares se remonta hasta los orígenes de nuestra cultura. Importantes marcas se iniciaron en la cocina, en el garaje o en el sótano de la casa familiar, donde se gestaron ideas grandiosas que más tarde cobraron forma y se convirtieron en fuentes de riqueza que se transmitieron de una generación a la siguiente, con las adaptaciones pertinentes para asegurar su supervivencia y su prevalencia en el mercado.
¿Y cómo nace una empresa familiar? De la fusión entre la necesidad de un medio de subsistencia y un talento específico para obtenerlo, a lo cual se añade la colaboración de otros miembros de la familia en distintas funciones necesarias para mantener el negocio en marcha.
La riqueza de las empresas familiares es que tienen una historia que va más allá de la sangre que sus integrantes comparten. Es una colección de personajes, anécdotas, destrezas, triunfos y fracasos, evolución y respeto a las raíces. Y así como crece una familia, también lo hace el negocio, que casi sin darse cuenta se transforma en una pequeña o mediana empresa.
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